Secundaria

Martes 12 de mayo de 2020

Crandon fachada

Marcos Rey, profesor de Historia

Soy profesor egresado del Instituto de Profesores Artigas, trabajo en Crandon desde hace once años y, en la actualidad, tengo tres grupos en la Institución: dos de cuarto año de liceo y otro de quinto de Opción Humanístico. En la última clase antes de la suspensión de los cursos presenciales, repartí en los grupos una ficha de lectura y otra de ejercicios para abordar el final de la Segunda Guerra Mundial en cuarto y el Antiguo Régimen Aristocrático en quinto. Así que, en la semana del 16 de marzo, pedí a los estudiantes que comenzaran a leer y a responder los primeros ejercicios planteados. Yo me mantenía en línea en el horario de clase y ellos preguntaban. Proyecté el trabajo a través del campus, mandaba mensajes a los estudiantes a través del chat u otro servicio y colgaba los materiales. Pero la cuestión comenzó a complejizarse.

Las primeras semanas me llené de trabajo como nunca antes, el nivel de corrección que tenía que mantener era insostenible y la cantidad de consultas aumentaba día a día. Por ejemplo, las primeras tareas las enviaron por correo electrónico, porque yo no sabía que se podían corregir desde el campus. Descargaba cada trabajo, lo renombraba, lo clasificaba en carpetas y lo devolvía por email con comentarios al margen de cada párrafo. Me llevaba horas.

Por otra parte, cuando comencé a devolverles los comentarios me encontré con pistas que mostraban que el sistema no estaba funcionando. Algunos no entendían el objetivo, otros no comprendían el comentario enviado y estaban los que no encontraban dónde estaba ese comentario. Además, empecé a notar que era muy difícil explicar una consigna solamente a través de la escritura y también observé que muchas de las propuestas eran muy difíciles para realizar sin mi acompañamiento presencial. 

Entonces, decidí cambiar la modalidad porque no era sostenible para mí ni útil para ellos. Dediqué la Semana Santa a reformular mi propuesta.  Ya sabíamos que se iban a extender las clases virtuales y planifiqué todo un mes. Tomé la decisión de incorporar las clases por Zoom y consulté a los colegas que tenían más experiencia con las videollamadas. Acordé con los estudiantes que destinaríamos el cincuenta por ciento de las horas semanales a los encuentros por Zoom y que el resto yo estaría en línea para que ellos pudieran hacerme consultas. Fijamos los horarios de reuniones semanales de común acuerdo y les pregunté qué estrategias de videollamadas eran las más útiles. Me comentaron que, a su modo de ver, la mejor era la de los profesores de Matemática que explican la consigna y que luego dejan a los alumnos trabajar para, finalmente, hacer una puesta en común. 

Me pareció una buena propuesta, así que para cada encuentro comencé a escribir un guion con tres partes. En primer lugar, les pregunto si tienen dudas con la tarea en curso. Luego, trabajamos a partir de un recurso: un video, un mapa o una caricatura, por ejemplo. A veces, comparto en el chat o en el campus preguntas guía y doy unos minutos para que las resuelvan. Al final de la clase, hacemos la puesta en común y les indico cuál va a ser el tema de la próxima sesión. Hasta ahora, ese sistema me ha dado resultado. También busco la colaboración de los estudiantes. Pido que me ayuden a controlar el horario, a no olvidarme de pasar la lista o a evaluar las propuestas para ir calibrándolas semana a semana.

En este momento, estoy usando el campus Moodle, Zoom y videos de Youtube, una cantera infinita para los profesores de Historia que damos un curso del Siglo XX. Por ejemplo, compartí un video de la conferencia sobre el coronavirus del secretario general de la ONU, António Guterres, del 31 de marzo para abordar el nuevo orden mundial de la posguerra. Pedí a los estudiantes que ubicaran su rol en el organigrama de la ONU, investigaran quién lo designa y qué funciones cumple. Fue una forma más dinámica de abordar el tema.

Para llevar adelante esta estrategia, tuve que volver a seleccionar contenidos y ejercicios más concretos y variados que refuercen habilidades vinculadas al método histórico, como el análisis de fuentes escritas o audiovisuales, la comparación o la producción de textos. Pero me parece clave la reflexión colectiva con colegas de otras disciplinas. De la coordinación docente del 5 de mayo ―que realizamos por videollamada― tomé de los profesores de inglés y matemáticas la idea de crear subgrupos en los encuentros virtuales para enriquecer el trabajo en equipos y la puesta en común. Me parece que todos los docentes estamos con dilemas similares y que repensar los cursos y la interacción con los estudiantes se volvió, más que nunca, una tarea de todos los días.

Crédito de imágenes: Shutterstock

Etiquetas:

Enseñanza remotaExperiencias educativasHistoriaSecundariaTecnología educativa